Estudiar el pasado prehispánico en esta parte del mundo resulta simplemente fascinante. Al menos el intervenir en diversos proyectos tanto de excavaciones y reconocimientos arqueológicos, así como en constante participación e interacción con los pobladores de las comunidades tanto en los Andes como Amazonía, da una perspectiva bastante real y directa del campo, ese escenario de múltiples facetas que otorga el sustento a la sociedad actual. El campo olvidado, el campo lleno de memoria, el espacio desde donde surge además en combinación con la mano del hombre, una serie de productos que inspiran a la transformación de la naturaleza en escalas de producción bastante sorprendentes. Estas escalas han llevado a un “progreso” actual bastante sorprendente también, que vemos y palpamos día a día y que otorgamos de primera mano al “avance tecnológico” o “logro científico”, aunque la conjugación de estos últimos 4 términos también da como resultado un ideario bastante amplio para adscribir en el pensamiento a una serie de productos de uso común.
En este concepto de “ciencia” y “tecnología” nuestro actual contexto ha desarrollado un debate diario y muy sofisticado sobre qué considerar, en el espectro de las investigaciones, cómo útil y adecuado para el desarrollo social colectivo. Se han estudiado diferentes espacios y contextos en los cuales se descubren y permiten avances en salud, tecnología, comunicaciones, industria, interacción global, etc.
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